Fortaleza y optimismo docente frente a la adversidad e incertidumbre
En un momento de permanente confrontación e incertidumbre política como el que nos encontramos, señalar la Educación como un elemento mediático de primer nivel no es ninguna novedad en España, desde hace ya años. Un país donde la Educación cobra presencia de forma habitual tanto en política, como en medios de comunicación y por supuesto en la calle. De forma persistente asistimos a numerosos y polémicos debates educativos, sobre resultados y comparativas de evaluaciones externas, ya sean nacionales o internacionales, nuevas leyes o normativas, deberes, conciliación familiar y laboral o simplemente por el calendario escolar.
Ejemplo de ello es el recientemente publicado informe Education at a Glance 2021 donde la OCDE nos alerta de que la tasa de empleo precrisis no se recuperará en España hasta el año 2023. Entre sus conclusiones, volvemos a destacar en número de repetidores, brecha educativa entre Comunidades Autónomas, número de 'ninis' y tasa de desempleo juvenil. Si a ello unimos que en 2019 el profesorado de Educación Secundaria con más de 50 años representa el 37,9% del total frente al 32,1 % del total en primaria, es obvio que la plantilla docente en nuestro sistema educativo soportará un buen número de jubilaciones en próximos años.
No obstante, en una valoración optimista, podemos concluir que efectivamente la Educación importa, y mucho. Pero como sociedad en general, asistimos perplejos en numerosas ocasiones a una información que nos llega precedida del correspondiente filtro o sesgo político o mediático, buscando más el titular y el debate de confrontación que la realidad en sí y, de forma paralela, salpica con sus críticas en no pocas ocasiones a un colectivo docente que hoy por hoy ha demostrado no solo su profesionalidad, sino su alto grado de motivación, compromiso y responsabilidad para con los alumnos, familias y el propio bienestar del sistema educativo. Una vez más, el profesorado ha estado a la altura en esta increíble época de pandemia y ha demostrado de sobra su optimismo, profesionalidad y vitalidad a la hora de afrontar este nuevo escenario adverso y complejo, esfuerzo compartido con familias y alumnado.
Por ello, desde la responsabilidad y el sentido común, resulta imprescindible realizar un análisis serio y exhaustivo de la situación actual que atraviesa nuestro sistema educativo, y la Enseñanza en general, como antesala o paso previo a cualquier futura medida o reforma. A nadie se le escapa que nos encontramos en una situación política muy compleja donde tanto los docentes como la sociedad en general ya estamos cansados y hartos de vaivenes, crispación, inestabilidad, confrontaciones y desencuentros, y exigimos de una vez por todas que nuestros representantes políticos, junto a las administraciones educativas, den de una vez por todas un paso firme en la dirección correcta, que no es otra que la del acuerdo y el entendimiento, especialmente en algo tan trascendental como es la Educación.
En estos días asistimos a un intenso debate sobre las repeticiones escolares, mediante numerosos artículos e intervenciones en medios de comunicación, con una nueva Ley educativa en desarrollo e implantación como telón de fondo. No es un tema precisamente nuevo, en absoluto. Quizás nos encontramos de nuevo en este punto, casi de partida podríamos decir, por la falta una vez más del acuerdo necesario a la hora de aunar esfuerzos en la búsqueda y determinación de las razones por las cuales los datos de repetición en España superan sensiblemente a los que arrojan los países de nuestro entorno. Sin entrar en detalles técnicos, ¿son mejorables esos resultados? La respuesta evidentemente es sí, pero, en nuestra opinión, la solución o remedio no puede ir encaminada en la línea propuesta en el reciente Proyecto de Real Decreto por el que se regula para el curso 2021-2022 la evaluación y las condiciones de promoción de la Educación Primaria, la Educación Secundaria Obligatoria y el Bachillerato, así como las condiciones de titulación en Educación Secundaria Obligatoria y en Bachillerato.
Pretender establecer de forma unilateral unas condiciones de evaluación y promoción, donde muchos entendemos que se rebaja y relajan las condiciones de exigencia académica y donde se otorga toda la responsabilidad final de forma casi subjetiva al profesorado, no parece ser la mejor manera de poner remedio al problema del excesivo número de repeticiones. Eso sí, se mejorarán posiblemente y a corto plazo los resultados y estadísticas que tanto preocupan al responsable político de turno. A todo ello hay que añadir la preocupación ante el envío de un mensaje, a nuestro entender erróneo y a su vez claramente equívoco, a unos jóvenes que se enfrentarán en un periodo cercano a una sociedad competitiva, un mercado laboral complejo y exigente y donde su preparación será a buen seguro su mejor baza de cara al futuro.
Es tiempo por tanto de encontrar verdaderas soluciones. Precisamente por ello debemos comenzar por establecer o replantear cuáles son los fines que pretendemos conseguir, empezando por definir los objetivos de nuestra Educación y la forma y medios que estamos dispuestos a dedicar en esta tarea y, sobre todo, la asignatura permanentemente olvidada de anteriores reformas educativas, y ya son muchas: el profesorado, cuestión que esta nueva Ley sí contempla. Esperemos que no quede solo en optimismo y una nueva ilusión defraudada.
Somos conscientes de la dificultad de lograr el consenso sobre todas estas cuestiones, pero es imprescindible apartar la Educación de la confrontación ideológica permanente, si verdaderamente queremos dar pasos en la dirección correcta. En ANPE continuaremos trabajando por la consecución al menos de un gran acuerdo social, manteniendo siempre con firmeza nuestras reivindicaciones en aras de la mejora del sistema educativo, las condiciones laborales de los docentes y su consideración social.
José Francisco Venzalá González, vicepresidente nacional de ANPE