Porque si hay una ciencia exacta, esas son las matemáticas, y como el algodón, no engaña. Cuantos más matemáticos tenemos, menos profesores de matemáticas hay, por lo que el problema no reside en la ciencia sino en la docencia.
No lo digo yo, lo dice el Comité Español de Matemáticas, que está preparando un documento para el Ministerio de Educación con las bases del currículo de los alumnos de enseñanzas no universitarias y su propuesta de cómo deber ser el perfil del profesorado, que entre otras opciones, está estudiando la posibilidad de que las clases las impartan profesionales que no son puros dela materia, pero que al menos tengan una formación complementaria y conocimientos de “la didáctica específica propia”.
Sí, nuestros matemáticos optan mayoritariamente por la empresa privada donde ganan más y el reconocimiento social es mucho mayor pero la solución no es buscar matemáticos en otros países, o afines debajo de las piedras. Si el problema es el reconocimiento social y la baja remuneración, procuremos reconocer la docencia y al docente y mejorar sus salarios.
Y el problema no es sólo de los matemáticos. Nuestro sistema educativo necesita de más y mejores docentes.
No hay que ser matemático para echar cuentas. En el informe de 2017 en referencia al curso escolar 2015/16, un 34% del profesorado tenía más de 50 años, el 30% entre 40 y 50 años, el 28,9% edades comprendidas entre 30 y 40 años, y solo el 7,1% tenía menos de 30 años. El curso pasado la edad media de los profesores de secundaria en España era de 45 años y seis meses. Los de primaria estaban en los 43. Nuestros docentes son los mayores de la Unión Europea y de la OCDE, que recomienda que haya un profesor de menos de 30 años por cada dos de más de 50. En España hay uno por cada 7.
Legislatura tras legislatura, del color que sea, nuestros políticos se han dedicado a todo menos a los que sustenta el sistema educativo, a lo que es su piedra angular, el profesorado. Si me apuran, hasta los han dejado en el olvido promoviendo políticas de recortes que sólo han conseguido el envejecimiento de nuestros claustros y una tasa de interinidad insostenible. A esto hay que sumar un sistema educativo inestable, con continuos cambios legislativos, y la desidia de no querer abordar una necesidad imperante entre el colectivo docente, esto es un Estatuto de la Función Pública Docente y una carrera profesional digna y dignificante que no abandone al profesorado una vez llegado a la profesión.
No, el problema no es la ausencia de matemáticos, es cómo algunos aplican las matemáticas a nuestro sistema educativo y a sus docentes, les pongo un ejemplo: ¿De qué se puede llenar una bolsa para que pese menos? De agujeros. Así nos va.
Por Saturnino Acosta García, Presidente de ANPE Cáceres